Glorioso jefe de la angélica y celestial jerarquía: tú que eres fiel a tu Dios y Creador, venciste al fiero Luzbel con todas sus rebeldes huestes, diciendo: ¿Quién como Dios? A cuya terrible y majestuosa palabra fueron sepultadas en los abismos eternos; concédeme la fortaleza que necesito para resistir las tentaciones que a cada paso me presentan estos Espíritus malignos:
De modo que cuando en el juicio divino penséis las acciones de mi vida, preponderan las buenas a las malas y pueda entrar en las mansiones celestiales de la Gloria
Amén.
Oración año 1843